Como es lógico y a pesar de su carácter natural, artesanal y casi romántico, la apicultura y el mundo de la miel también cuentan con una clara regulación.
Como ocurre, por ejemplo, con la agricultura y la ganadería, existe una legislación extensa que marca las pautas que debe cumplir un apicultor y su correspondiente explotación de colmenas.
La apicultura parecía reservada durante mucho tiempo a las personas que habían ido aprendiendo el oficio de generación en generación. Al tratarse de una labor muy artesanal y desconocida para muchos, eran pocos los que, siendo ajenos a este mundo, decidían apostar por ella. En la actualidad las cosas han cambiado. La miel es un producto en alza que cada vez goza de mayor predicamento por sus propiedades y beneficios, además de por su exquisito sabor, y muchas personas sin antecedentes en la apicultura han decidido apostar por este milenario oficio . Este furor ha llegado hasta tal punto que incluso se está implantando una nueva modalidad llamada apicultura urbana, una forma de obtener miel para consumo propio mediante pequeñas colmenas instadas en azoteas de edificios o jardines privados.
Pero, ¿cómo ser apicultor? Algo fundamental a tener en cuenta es que un apicultor no puede ser un profano en el mundo de las abejas. Debe conocer profundamente la biología de estos insectos y las herramientas, técnicas y secretos del manejo de las colmenas. En la actualidad existen cursos que consiguen acercar a muchos potenciales apícolas a esta apasionante actividad. En ellos también se tratan aspectos como las enfermedades que pueden sufrir las abejas, toda la legislación que regula la profesión, el calendario de recolección, los productos que se pueden obtener, información relativa a la flora que usan las abejas para la elaboración de la miel, etc.
En España, el Real Decreto 209/2002 de 22 de febrero es la norma de cabecera de cualquier apicultor y es la que establece los principios de ordenación de las explotaciones apícolas. En ella figuran las condiciones y requisitos para que una persona pueda comenzar a desarrollar una labor que la propia ley reconoce en su anexo que “ha alcanzado en los últimos años una considerable importancia y un creciente interés”.
la persona debe conocer profundamente la biología de estos insectos, y las herramientas, técnicas y secretos del manejo de las colmenas
El futuro apicultor que ya está formado gracias al curso de iniciación, que ha pisado el terreno conociendo de cerca el oficio gracias a otros apicultores experimentados y que ha leído en profundidad la normativa sobre explotaciones, está preparado para arrancar esta nueva aventura.
En este punto llega un paso no menos importante, la legalización de las colmenas. Este capítulo varía en función de la comunidad autónoma en la que se haga, pero en la mayoría de los casos hay que realizar una memoria con información pormenorizada del lugar en el que se van instalar, permisos del propietario de los terrenos, accesos al mismo, distancia de los núcleos de población más cercanos, etc. En algunas comunidades esta documentación debe ir acompañada de un informe veterinario al respecto. Con todo ello se obtendrá un número de registro de apicultor que tendrá que figurar siempre en las colmenas. Para ampliar este tipo de información y posteriormente presentar toda la documentación hay que acudir a la oficina del Servicio Territorial de Agricultura que hay en cada capital de provincia.
Los expertos en apicultura recomiendan que la persona que se inicia en este oficio empiece poco a poco. Es decir, con cuatro o seis colmenas para ir cogiendo experiencia, aprendiendo de los errores y no verse sobrepasado. En la actualidad, gracias a internet, existe un buen puñado de tiendas online que surten de todo el material necesario a los apicultores.
A partir de ahí es preciso tener en cuenta otros aspectos como el seguro de robos, la obligatoriedad de notificar los traslados de las colmenas y todas las labores de mantenimiento necesarias para el éxito del proyecto.
Estos son en líneas generales los pasos que debe seguir el futuro apicultor para acabar produciendo la deseada miel. Una profesión apasionante donde la experiencia es clave para obtener resultados y el amor a la naturaleza es fundamental para ejecutarla con el cariño y la dedicación que merece.